Bulmenia III
Por un momento, y quizás por muchos años,
se agotaron los peces de Brescia
mientras el disparo del suicida coronaba las flores
más blancas y frescas del mercado.
Por eso bendice a los muertos esta noche
que desde su aburrimiento asfixian tu lámpara,
desde su silencio llenan tu copa
con el soplo estéril de sus vientres.
O ilumina tu rostro como el de un océano,
respira la profunda tristeza de los débiles,
camina por las calles menos transitadas
y llena tus bolsillos del oro defecado por el tiempo.
Ese alucinador que repta como un cangrejo
cambiando todos los espacios y direcciones.
Así llenaron tus pulmones de cisnes negros,
de tu corazón formaron una alcantarilla.