Álbum de York

Es cierto, Auden: la naturaleza estaba tan cerca,
los patos cortaban las calles,
y las ardillas buscaban el sol
conociendo mejor que nadie el frío
…………….de tus mañanas.

Aquí llegamos luego de la Escocia Salvaje,
con el acento de martillo que cortaba la leña.
Aunque encontramos la paz de tu álbum,
……..……..pequeño Londres encantado,
tu elegía a la tierra nacía desde norte de Yorkshire.

Aquí podríamos haber estudiado, nunca trabajado.
Porque afuera están las tiendas, la totalidad de un país
……..……..infortunio, infortunio, etc.
Entre el castillo Clifford y el Ouse,
la ciudad y el campo, para siempre estancados.

Oxford (W. H. AUDEN, Selected Poems. Edited by Edward Mendelson, Vintage International, Vintage Books, A Division of Random House, Inc., New York, 2007, pp. 68-69 | Traducción: Juan Arabia)

Oxford

La naturaleza está tan cerca: los cuervos en el jardín de la universidad
como ágiles niños que aún hablan el lenguaje del sentimiento;
junto a la torre, el río todavía corre y correrá hacia al mar,
………………..y las piedras en esa torre aún están
………………..completamente satisfechas con su peso.

Y los minerales y las criaturas, tan profundamente enamorados de sus vidas
que su pecado de acedia excluye a todos los demás,
desafían a los estudiantes nerviosos con una belleza descuidada,
………………..estableciendo un solo error
………………..contra sus innumerables faltas.

Oh, en estos cuadriláteros donde la Sabiduría se honra a sí misma
¿La piedra original simplemente hace eco de esa alabanza?
De forma superficial, o bien pronuncie un suave himno de consuelo,
………………..¿La equívoca bendición del fundador
………………..sobre todos los que persiguen el éxito?

Prometiendo a la espada afilada todos los premios resplandecientes,
los autos, los hoteles, el servicio, la cama bulliciosa,
posteriormente poder, para silenciar el ultraje con un testamento,
………………..las lágrimas de la viuda olvidadas,
………………..los huérfanos nunca escuchados.

Susurrando a los choferes y a las pequeñas niñas, a los turistas y señores,
ese Conocimiento se concibe en el útero caliente de la Violencia
quien en una hora tardía de aprensión y cansancio
………………..empuja hacia su pecho lloroso
………………..esa querida cabeza de ojos azules.

¿Y es ese niño feliz con su caja de libros de la suerte
y todas las bromas del aprendizaje? Los pájaros no pueden llorar:
la sabiduría es un pájaro hermoso; pero al sabio
………………..a menudo se le niega
………………..ser bueno o hermoso.

Afuera están las tiendas, la totalidad, todo el verde país
donde un cigarrillo consuela a los malvados y un beso a los débiles;
hay miles de personas que se mueven inquietas y gastan su dinero:
………………..Eros Paidagogos
………………..llora en su lecho virginal.

¡Ah, si ese mundo irreflexivo, casi natural,
arrebatara su dolor a su amoroso corazón sensual!
Pero él es Eros y debe odiar lo que más ama;
………………..y ella es de la Naturaleza; la Naturaleza
………………..sólo puede amarse a sí misma.

Y sobre la ciudad habladora, como cualquier otra,
lloran los indiferentes ángeles. Aquí también el conocimientos de la muerte
es un amor ardiente: y el corazón natural rechaza
………………..la voz baja y poco favorecedora
………………..que no descansa hasta que encuentra una audiencia.

Oxford

Nature is so near: the rooks in the college garden
Like agile babies still speak the language of feeling;
By the tower the river still runs to the sea and will run,
………………..And the stones in that tower are utterly
………………..Satisfied still with their weight.

And the minerals and creatures, so deeply in love with their lives
Their sin of accidie excludes all others,
Challenge the nervous students with a careless beauty,
………………..Setting a single error
………………..Against their countless faults.

O in these quadrangles where Wisdom honours herself
Does the original stone merely echo that praise
Shallowly, or utter a bland hymn of comfort,
………………..The founder’s equivocal blessing
………………..On all who worship Success?

Promising to the sharp sword all the glittering prizes,
The cars, the hotels, the service, the boisterous bed,
Then power to silence outrage with a testament,
………………..The widow’s tears forgotten,
………………..The fatherless unheard.

Whispering to chauffeurs and little girls, to tourists and dons,
That Knowledge is conceived in the hot womb of Violence
Who in a late hour of apprehension and exhaustion
………………..Strains to her weeping breast
………………..That blue-eyed darling head.

And is that child happy with his box of lucky books
And all the jokes of learning? Birds cannot grieve:
Wisdom is a beautiful bird; but to the wise
………………..Often, often is it denied
………………..To be beautiful or good.

Without are the shops, the works, the whole green country
Where a cigarette comforts the guily and a kiss the weak;
There thousands fidget and poke and spend their money:
………………..Eros Paidagogos
………………..Weeps on his virginal bed.

Ah, if that thoughtless almost natural world
Would snatch his sorrow to her loving sensual heart!
But he is Eros and must hate what most he loves;
………………..And she is of Nature; Nature
………………..Can only love herself.

And over the talkative city like any other
Weep the non-attached angels. Here too the knowledge of death
Is a consuming love: And the natural heart refuses
………………..The low unflattering voice
………………..That rests not till it find a hearing.

 

Thirties Poets: W. H. Auden | Louis MacNeice | Cecil Day-Lewis | Stephen Spender | Selección y Traducción de Juan Arabia & Rodrigo Arriagada Zubieta | Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, Mayo, 2021 | 316 p. | Diseño de Portada: Camila Evia

Extraído de Selected poems, by MacNeice, Louis, 1907-1963; Longley, Michael, Publication date 1990, pp. 34-36 | Publisher Winston-Salem, N.C. : Wake Forest University Press | Traducción de Juan Arabia | Imagen: Louis MacNeice at Oxford University. Photograph: Writer Pictures

Posdata a Islandia

para W. H. Auden

Ahora que comienzan las noches de invierno
el consuelo solitario me encierra;
así que antes que la memoria se equivoque
repaso nuestro viaje a Islandia –

Ni idílico ni romántico para mí
en una mítica orilla
sino un giro fantástico, ya sabes,
intercalado en un espectáculo más serio.

Abajo en Europa cayó Sevilla,
naciones germinando el infierno,
los juegos olímpicos se llevaron a cabo –
manchas sobre el sol ario.

Y el don expuso en mí
cómo el paisaje del norte
había inferido el estilo de la saga
avanzando lentamente milla por milla.

Y el don replicó en ti
que el Norte empieza por dentro,
nuestras entrañas ascéticas requieren
aires del fuego latino.

A pesar de todo, sin cercar un solo fantasma,
éramos felices mientras observábamos
cuervos desde sus muros de pizarra
cruzar alrededor de la ballena podrida,

mientras observábamos hervir las cuencas de azufre,
bucles de vapor enrollándose y desenrollándose,
mientras el valle se desvanecía
en un boceto del Día del Juicio Final.

Así anduvimos, bromeando y fumando
sin milagros evocados,
sin levitaciones ganadas
en el tenue sol irreal;

en esta isla nunca se vieron
florecer visiones desde el suelo,
ni conversiones como la de San Pablo,
ningún gran acontecimiento en absoluto.

Las vacaciones deberían ser así,
libres de énfasis excesivo,
es hora de que el alma se estire un poco y escupa
antes de que el mundo vuelva sobre sí,

antes de que las chimeneas en interminables hileras
se burlen en el humo, “Te lo dijimos”
y las sirenas envueltas en niebla invoquen
la ruina del largo malecón.

Filas de libros a mi alrededor están de pie,
cercándome a cada lado;
a través de ese bosque de palabras muertas
cazaría a los pájaros vivos –

grandes pájaros negros que vuelan solos
lentamente a través de una tierra de piedra,
y las gaviotas que tejen un libre
manto de ritmo sobre el mar.

Aquí en Hampstead me siento hasta altas
horas de la noche que nadie comparte
y espero que suene el teléfono o
ángeles desconocidos en la puerta;

mejor eran los cielos del norte
que este desierto disfrazado –
alfombras y almohadones y el largo
espejo que repite la canción.

Por la letanía de la duda
de estas paredes sale el aliento
hasta que la habitación se convierte en un pozo
tarareando de miedo

con miedo a la soledad
y a la falta de comunicación;
todos los cables están cortados, amigos míos,
viven más allá de los extremos cortados.

Así que escribo estas líneas para ti
que también has sentido el deseo de morir,
pero tu codicia por la vida prevalece –
bebiendo café, contando historias.

Nuestras prerrogativas como hombres
se cancelarán quién sabe cuándo,
todavía bebo a tu salud antes
que la culata golpee la puerta.

Postcript to Iceland

for W. H. Auden

Now the winter nights begin
Lonely comfort walls me in;
So before the memory slip
I review our Iceland trip –

Not for me romantic nor
Idyll on a mythic shore
But a fancy turn, you know,
Sandwiched in a graver show.

Down in Europe Seville fell,
Nations germinating hell,
The Olympic games were run –
Spots upon the Aryan sun.

And the don in me set forth
How the landscape of the north
Had educed the saga style
Plooding forward mile by mile.

And the don in you replied
That the North begins inside,
Our ascetic guts require
Breathers from the Latin fire.

So although no ghost was scotched
We were happy while we watched
Ravens from their walls of shale
Cruise around the rotting whale,

Watched the sulphur basins boil,
Loops of steam uncoil and coil,
While the valley fades away
To a sketch of Judgment Day.

So we rode and joked and smoked
With no miracles evoked,
With no levitations won
In the thin unreal sun;

In that island never found
Visions blossom from the ground,
No conversions like St Paul,
No great happenings at all.

Holidays should be like this,
Free from over-emphasis,
Time for soul to stretch and spit,
Before the world comes back on it,

Before the chimneys row on row
Sneer in smoke,“We told you so”
And the fog-bound sirens call
Ruin to the long sea-wall.

Rows of books around me stand,
Fence me round on either hand;
Through that forest of dead words
I would hunt the living birds –

Great black birds that fly alone
Slowly through a land of stone,
And the gulls who weave a free
Quilt of rhythm on the sea.

Here in Hampstead I sit late
Nights wich no one shares and wait
For the phone to ring or for
Unknown angels at the door;

Better were the northern skies
Than this desert in disguise –
Rugs and cushions and the long
Mirror which repeats the song.

For the litany of doubt
From these walls comes breathing out
Till the room becomes a pit
Humming with the fear of it

With the fear of loneliness
And uncommunicableness;
All the wires are cut, my friends
Live beyond the severed ends.

So I write this lines for you
Who have felt the death-wish too,
But your lust for life prevails –
Drinking coffee, telling tales.

Our prerogatives as men
Will be cancelled who knows when;
Still I drink your healt before
The gun-butt raps upon the door.

 

Thirties Poets: W. H. Auden | Louis MacNeice | Cecil Day-Lewis | Stephen Spender | Selección y Traducción de Juan Arabia & Rodrigo Arriagada Zubieta | Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, Mayo, 2021 | 316 p. | Diseño de Portada: Camila Evia

Louis MacNeice nació el 12 de septiembre de 1907 en Belfast, Irlanda. Asistió a Oxford, donde se especializó en clásicos y filosofía. En 1930, se casó con Giovanna Ezra y aceptó un puesto como profesor de clásicos en la Universidad de Birmingham, cargo que ocupó hasta 1936, cuando pasó a enseñar griego en Bedford College for Women, Universidad de Londres.
En 1941, MacNeice se unió a la British Broadcasting Company como escritor y productor. Como muchos poetas ingleses modernos, MacNeice encontró audiencia para su trabajo a través de la radio británica. Algunas de sus obras más conocidas, incluidas Christopher Columbus (1944) y The Dark Tower (1946), fueron escritas originalmente para la radio y publicadas posteriormente. 
Al principio de su carrera, MacNeice se identificó con un grupo de poetas políticamente comprometidos cuyo trabajo apareció en la antología New Signatures de Michael Roberts. 
A pesar de su asociación con los jóvenes poetas británicos (conocidos como “Auden Group” y “Thirties Poets”) Stephen Spender, W. H. AudenCecil Day-Lewis y otros poetas de izquierda, MacNeice desconfiaba tanto de los programas políticos como de los sistemas filosóficos.
Nunca fue miembro del Partido Comunista ni de ningún otro grupo político, y fue bastante sincero sobre las ambigüedades de sus actitudes políticas. “Mis simpatías son de izquierda”, escribió, “pero no en mi corazón ni en mis entrañas”.
Aunque eligió vivir la mayor parte de su vida en Londres, MacNeice regresaba con frecuencia a los paisajes de su infancia y se enorgullecía de su herencia irlandesa. 
De principio a fin, su propia obra refleja un escepticismo melancólico demasiado honesto para dar el asentimiento final a cualquier tipo de sistema. 
Murió a los 55 años el 3 de septiembre de 1963, a causa de neumonía, poco antes de la publicación de su último libro de poemas, The Burning Perch